EL HOSPITAL NIÑO JESÚS RECIBE EL CERTIFICADO DE EXCELENCIA EN LA GESTIÓN: UN POCO DE HISTORIA…
Hoy, en pleno siglo XXI, los niños españoles y en general, los de cualquier país de nuestro entorno occidental son atendidos con todo mimo y cuidado por sus mayores y por las instituciones. La escolarización universal se considera un principio básico del sistema de enseñanza y la atención sanitaria de los niños, es indiscutiblemente un derecho al que ningún padre admitiría renunciar. Las consultas de pediatría son comunes en un elevado número de centros de salud y en las ciudades se alzan hospitales consagrados de forma íntegra o intensa a la atención infantil.
Resulta enormemente revelador el hecho de que a mediados del siglo XIX no existiera un solo centro hospitalario en toda España que se dedicara específicamente a la atención infantil. La beneficencia pública, aun siendo la de Madrid una de las mejor dotadas económicamente del país en 1887, pues de los 86 millones de la Beneficencia Española pertenecían a la capital 25.462.501,53 pesetas, era absolutamente insuficiente para socorrer a los indigentes, marginados y enfermos que pululaban por las calles. Poco a poco y como respuesta a tal deterioro, fueron apareciendo en suelo madrileño establecimientos promovidos por la beneficencia privada.
Como tantas otras veces a lo largo de la historia, fue la iniciativa particular de algunas personas filantrópicas, la que ayudó a enderezar el rumbo de esta penosa situación. Procupadas por el abandono en que se encontraba sumida la infancia de esa época, estas personas aunaron sus esfuerzos para tratar de remediar o mejorar el cuidado y tratamiento de los niños enfermos, un problema de primera magnitud que podría calificarse, sin embargo de “punto negro” de la sociedad española del siglo XIX.
Durante el siglo XIX, fundamentalmente debido a la mala situación económica de muchas familias, el número de menores que ingresaban en las instituciones públicas de acogida era muy elevado. Estas instituciones estaban patrocinadas por entidades eclesiásticas y también, por la iniciativa de los poderes públicos. La situación era tal que, en 1858, había en España 40 inclusas, de las que dependían otras cinco hijuelas que daban cabida a 35.387 niños de distintas edades.
Las condiciones de vida de estas instituciones eran tan deplorables que la mortalidad de los allí acogidos no puede calificarse sino de escandalosa. A ello contribuyó sin duda, la desamortización impulsada por Godoy con que, a partir de 1798, un estado acuciado por un grave endeudamiento les había privado de sus medios regulares de supervivencia a cambio de promesas que no llegó a cumplir.
No es de extrañar que, en este marco desolado, se promovieran iniciativas que pretendían aliviar el problema. Un grupo de médicos interesados por la pediatría comenzó a definir entonces las bases de esta especialidad en suelo español, al tiempo que la creación urgente de centros infantiles para tratar a estos enfermos y sacarlos de los hospitales de adultos se empezaba a vislumbrar como una clara necesidad. Tal fue el impulso que llevó a la fundación en 1877 del Hospital del Niño Jesús.
El siglo XIX marcó el nacimiento de la pediatría contemporánea. Los sucesivos avances científicos producidos y el cada vez mejor estudio de la anatomía del niño, unido al descubrimiento de la importancia de la alimentación para la salud y el uso de los primeros métodos de asepsia y antisepsia, abrieron nuevas vías a un desarrollo espectacular de esta especialidad médica. Pero el cuidado de los infantes exigía aún un paso más que orillara definitivamente los tiempos oscuros anteriores y alumbrara una era donde la atención sanitaria infantil se alzara como uno de los pilares de las sociedades modernas: la creación de hospitales pediátricos.
El movimiento favorable a una atención específica para niños enfermos, hasta entonces cuidados en las mismas salas hospitalarias que adultos aquejados por todo tipo de dolencias, se inició en Europa varias décadas antes que en España. Aunque existían algunas experiencias pioneras, como el Dispensary for Poor Children londinenes fundado en 1769 por George Armstrong y la parisina Maison de l’Enfant Jesus de 1751 , el centro que marcó la paua del futuro de la pediatría fue el Hôpital des Enfants Malades fundado en 1802, también en la capital francesa.
Este tipo de instalaciones comenzó a proliferar en diversas ciudades a lo largo de las siguientes décadas: San Petersburgo, Viena, Moscú, Praga, Turín, Berlín, Munich y Constantinopla contaban para 1850 con centros de similares características. Sin embargo, fue a partir de medio siglo cuando se universalizaron los hospitales infantiles. El Children’s Hospital fundado en 1852 por Charles West y situado en la londinense calle de Great Ormond la policlínica pediátrica instituida tres años más tarde por Carl Herning en la ciudad alemana de Leipzig se situaron entre los más interesantes.
Era inevitable que este “viento fundacional” terminara por soplar también en España y lo hizo de manos de personas como la Duquesa de Santoña. En sus frecuentes viajes a Roma y parís, donde mantenía una vivienda, Dª María Hernández tuvo ocasión de conocer los nuevos hospitales infantiles y empezó a acariciar la idea de sufragar ella misma un centro de estas características. Asesorada por personal competente, logró finalmente que una Real Orden del 26 de marzo de 1876 la autorizase a fundar hospitales de niños en Madrid y otros puntos de la península. Rápidamente, se puso manos a la obra: constituyó la Asociación Nacional para la Fundación y Sostenimiento de Hospitales de Niños en España, bajo la presidencia honoraria de la infanta Doña Isabel, e inició gestiones para instituir el primer hospital para niños pobres de nuestro país, el que se conocería como Hospital Niño Jesús.
Las puertas de la fachada principal del Hospital del Niño Jesús se abren hoy a la avenida de Menéndez Pelayo, enfrente del Parque del Retiro. Pero éste no fue el enclave del establecimiento original. El lugar elegido para erigir el primer hospital fue el inmueble del número 23 de la calle del Laurel, entre el Paseo de las Acacias y el del canal, en los barrios del Gasómetro y de las Peñuelas, en el distrito de la Inclusa y bajo jurisdicción de la parroquia del Corazón de María. Esta calle debía su nombre a un fondoso laurel que según las crónicas de la villa, sobrevivió durante largo tiempo a varios intentos infructuosos de extirparlo: sus ávidas y poderosas raíces suponían un riesgo permanente para las construcciones vecinas. Finalmente, el árbol pereció a la tenacidad del hombre, más su recuerdo aún pervive en el callejero de Madrid.
La inauguración oficial del hospital se produjo en la tarde del 14 de enero de 1877. El rey alfonso XII presidió la ceremonia, acompañado de la Princesa de Asturias, el Ministro de Gobernación y Fomento, el Obispo Auxiliar, el Gobernador Civil de Madrid, las Juntas Directivas de Damas y Caballeros y profesores médicos y cirujanos del establecimiento. A la llegada del rey y la princesa se echaron al vuelo las campanas del barrio de las Peñuelas, que fueron estrenadas para el evento. La fachada del edificio lucía engalanada con multitud de banderas, gallardetes y arcos de ramaje.
Desde el día siguiente se abrió, de las 9 de la mañana a las 4 de la tarde, la consulta pública del Hospital del Niño Jesús. Los primeros servicios implantados fueron los de medicina, cirugía y oftalmología. La actividad del centro se hizo muy intensa ya en sus primeras semanas. Apenas dos meses después de su inauguración, unos 120 niños eran vistos diariamente de forma ambulatoria, en cifras que experimentarían en breve plazo un crecimiento ascendente. También los ingresos de enfermos fueron numerosos, por lo que rápidamente se ocuparon las setenta camas disponibles. Todo ello apuntaba a lo que sucedería no muchos años después: el edificio de la calle del Laurel era insuficiente para cubrir la creciente demanda de atención médica, dejó paso a un nuevo hospital, erigido en un lugar más amplio y adecuado para cumplir en las mejores condiciones los cometidos que el primero se había propuesto.
En vista de la excelente acogida que tuvo el Hospital del Niño Jesús desde su inauguración, pronto se iniciaron estudios preliminares para plantear su ubicación en otro lugar que reuniera mejores condiciones y la amplitud necesaria. El primer hospital de la calle del Laurel se había quedado pequeño en apenas un par de años desde su fundación. El primer punto que debía considerarse para sustituirlo por otro era localizar los terrenos para la construcción del nuevo edificio. La Sociedad de Beneficencia había adqurido unos solares en la Moncloa, entre la cárcel y el Hospicio de San Bernardino, que cedió a la Duquesa de Santoña para esta finalidad. Pero, sin que sepamos la causa, Doña María los rechazó y se decidió por otros terrenos situados enfrente del Parque del Buen Retiro.
En el momento de su construcción, fue considerado uno de los mejores hospitales de su género erigidos en toda Europa. Muchos de sus aspectos constructivos, de distribución y estructuración internas, de disposición de consultas, camas y salas de operaciones, de esolución de muros, accesos y ventanales, no desmerecen en absoluto de otros centros hospitalarios europeos de su tiempo, sobre muchos de los cuales puede considerarse superior.
El siglo XX contempló muchos de los avances médicos más espectaculares de la historia de la humanidad. La penicilina, los antibióticos, el paradigma de la vacunación universal, la biología molecular y las terapias génicas son sólo algunos de los logros, que en su transcurso, fueron dotando a los médicos e investigadores de algunas de las más poderosas herramientas jamás imaginadas para velar por la buena salud de sus enfermos. La explosión demográfica mundial, otra de las características del siglo, no es en modo alguno ajena a tal fenómeno.
La situación de incertidumbre ante el futuro y los problemas de financiación y operatividad del Hospital del Niño Jesús se prolongaron durante casi medio siglo, en un período en el que el asentamiento definitivo en el territorio español del concepto de la “seguridad social” supuso un cambio radical en los enfoques de la gestión sanitaria. El Niño Jesús como centro surgido originariamente de las instituciones de la beneficencia, hubo de sobrevivir durante años en los márgenes del nuevo esquema organizativo del mapa hospitalario, sostenido en buena medida por la imaginación y el esfuerzo personal de sus profesionales y por el crédito atesorado entre la sociedad madrileña. Hasta que, en los últimos quince años del siglo XX, una época de florecimiento le ha llevado a ocupar de nuevo una posición de vanguardia entre los hospitales pediátricos de toda Europa.
Tuberculosis, difteria, polio, viruela, infestación por parásitos… La pobreza, la desnutrición y la devastación económica que sufría no sólo España, sino todo el continente europeo, por efecto de las guerras propició la extensión en su suelo de sucesivos brotes epidémicos que hacían presa sobre todo en la población infantil.
En este clima y ya adscrito administrativamente al Ministerio de la Gobernación, bajo control de la Dirección General de Beneficencia y Obras Sociales, el Hospital del Niño Jesús desempeó una labor importantísima durante la epidemia de poliomielitis que sacudió a España y también a otros países europeos como Dinamarca, Bélgica, y Alemania durante la década de 1950. Con este motivo y dentro del Servicio de Rehabilitación se creó una unidad de pulmones de acero para tratar a enfermos con afectación de músculos respiratorios por el virus de la polio. Alguno de estos enfermos llegó a aprender a respirar llenando de aire el estómago y pasándolo de allí a los pulmones en la llamada “respiración de batracio”. De esta forma, mientras permanecía despierto, podía respirar espontáneamente y sólo estaba forzado a recurrir al pulmón de acero para dormir. Esta práctica permitía al enfermo integrarse con cierto grado de normalidad en la vida cotidiana, llegando en algún caso a facilitar el estudio de carreras universitarias y el desarrollo de profesiones cualificadas.
El gran número de enfermos con secuelas de poliomielitis paralítica, desde una debilidad muscular transitoria, hasta problemas serios e incluso parálisis permanente con atrofia progresiva de los músculos afectados inspiró la potenciación del Servicio de Traumatología y Ortopedia, especializado en su atención, así como de un servicio de Rehabilitación. Además, al necesitar los enfermos de poliomielitis ingresos de larga duración, los responsables del centro lograron que el Ministerio de Educación aprobara la creación dentro del hospital de un colegio de educación especial, calificado con tal nombre, no porque los niños padecieran minusvalías psíquicas, sino atendiendo a la especial situación en que se encontraban. Este centro educativo empezó a funcionar en junio de 1966 e impartía docencia hasta el bachillerato, haciendo incluso exámenes a los niños escolarizados.
La década de 1960, época del “desarrollismo” español, asistió a un impulso definitivo del concepto de la Seguridad Social. En los planes sanitarios de la época se incluyó la edificación de muchos de los grandes hospitales que hoy se alzan en las ciudades españolas. Los centros de La Paz, 12 de Octubre, Ramón y Cajal o Puerta de Hierro en Madrid; Vall d’Hebrón y Hospitalet en Barcelona, Cruces en Bilbao o La Fe en Valencia, fueron hijos de aquel proyecto de construcción de “ciudades sanitarias”. Esta iniciativa tuvo como contrapartida la menor atención dedicada desde las instancias oficiales hasta los centros que no pertenecían a esta red sanitaria, entre ellos el Niño Jesús: no sólo el presupuesto estaba limitado, sino que la mayoría de los pacientes por estar adscritos al sistema de la Seguridad Social, acudían a estos grandes centros, con lo que los demás hospitales quedaron casi exclusivamente para atender a los enfermos de la Beneficencia o a aquéllos que, aunque no pertenecieran a la misma, carecían de otras posibilidades por su precaria situación económica.
A finales de esta década, en 1968 el Consejo de Ministros acordó la desaparición de dieciocho direcciones generales, entre ellas la de Beneficencia y Obras Sociales de la que dependía el Hospital del Niño Jesús. A partir de ese momento, el centro pasó a depender directamente de la Dirección General de Sanidad del Ministerio de la Gobernación (hoy Interior), entonces bajo la responsabilidad del ginecólogo y catedrático Jesús García Orcoyen.
Unos años más tarde fue promulgado el Decreto-Ley 13/1972 de 29 de diciembre en virtud del cual la Administración Institucional de la Sanidad Social (AISNA) se hizo cargo de todas las instituciones sanitarias que hasta entonces pertenecían a la Dirección General de Sanidad, entre otras el Hospital del Niño Jesús. Ese mismo año había sido nombrado director general Federico Bravo Morate, inspector médico de la Seguridad Social, bajo las órdenes del ministro de gobernación Tomás Garicano Goñi. Las nuevas medidas no tuvieron el positivo impacto que se esperaba en el ámbito del Niño Jesús. Tal fue el grado de paulatino deterioro que se vivía en su gestión y dotaciones, que aunque el centro mantenía su reputación entre los habitantes de Madrid, había perdido importancia dentro del ámbito nacional hasta el punto de que llegó a temerse por su continuidad.
La Administración central a raíz del decreto-ley señalado, decidió dar un cierto impulso al centro, ampliando moderadamente su plantilla, tanto de médicos como de otro personal. Nombró director al doctor Enrique Iturriaga, quien desempeñó el cargo, hasta que con el primer gobierno de la monarquía y siendo secretario de estado de la Seguridad Social, Juan Rovira Tarazona, fue relevado en el cargo por Angel Crespo Santillana. En 1976 el doctor Crespo suscribió un convenio similar al rubricado el año anterior para el Hospital de la Princesa, antiguo Hospital General de la Beneficencia del Estado por el que la Seguridad Social se hizo cargo de la Administración del Hospital del Niño Jesús. Este acuerdo se acompañó de una importante ampliación de la plantilla médica y de otros profesionales.
Estos intentos por revitalizar la actividad del establecimiento, también llevaron a la negociación de un acuerdo en 1976-77 entre la Universidad Autónoma de Madrid y los Hospitales de la Princesa y del Niño Jesús, que constituyeron una unidad docente para la enseñanza de la medicina. Esta iniciativa fue el germen del convenio que vendría a firmarse en 1993 entre el Instituto Nacional de la Salud (INSALUD) y las universidades madrileñas en virtud del cual, estos dos hospitales se incorporaron al grupo de centros que contaban con docencias de pre y posgrado.
Los recursos dedicados al Hospital del Niño Jesús, se acompañaron de una redefinición de su estructura de trabajo, basada en la creación de las distintas especialidades pediátricas que ya existían en los hospitales de nuevo cuño. Al frente de estas especialidades se situó a médicos de la plantilla del hospital, quienes hubieron de afrontar una etapa de renovación que les obligó a un esfuerzo inmenso para ponerse a la altura de otros centros hospitalarios. El proceso de adaptación a esta nueva estructura se prolongo durante años y exigió en ocasiones el concurso de profesionales llegados de fuera del hospital. En todo caso, el esfuerzo dio sus frutos y en la actualidad puede decirse que todas las especialidades de la pediatría practicas en el establecimiento rayan al máximo nivel, tanto asistencial como científico y se equiparan a las de los mejores hospitales nacionales y extranjeros.
El profesor Luis Madero, es el jefe de Servicio de Oncología y Trasplante Hematopoyético y el servicio que dirige es referencia nacional para el diagnóstico y tratamiento de los niños con cáncer. Entre sus líneas de investigación se incluye la neurooncología, leucemias agudas infantiles, inmunoterapia celular y oncolítica, ejercicio fisico en niños con cáncer, terapia celular con células madre mesenquimales, así como el desarrollo de nuevos tratamientos frente al cáncer infantil.
El grupo desarrolla proyectos de investigación traslacional en el cáncer infantil, financiándose en convocatorias nacionales e internacinales de concurrencia competitiva. El servicio está dotado de un Laboratorio de Oncologia que cuenta con personal e infraestructuras para conseguir un alto nivel dentro de la investigación en centros hospitalarios pediátricos de nuestro país.
Recientemente, la Comunidad de Madrid ha designado al Hospital Niño Jesús como centro de referencia en Madrid para la administración y seguimiento de terapias CAR-T en el tratamiento de la leucemia linfoblástica aguda.
El Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid, ha acompañado a la sociedad española durante más de 140 años. El hospital ha contribido al crecimiento de nuestra sociedad desde la perspectiva de la asistencia sanitaria al niño enfermo y también en la formación de numerosos especialistas.
Son 140 años de trabajo duro, intenso, diario, silencioso, pero eficaz que lo ha situado en la élite del panorama sanitario de nuestro país.